miércoles, 29 de mayo de 2013

El Proceso - Franz Kafka (1925)




Pero yo no soy culpable. Es un error ¿Cómo una persona puede ser culpable? Aquí todos somos persona, tanto los unos como los otros.


A veces con leer no es suficiente. Simplemente es un acto donde pasamos la vista por símbolos arbitrarios. Lo que de verdad otorga la grandeza al arte de la lectura es lo que pasa en el interior de tu mente mientras pasas las páginas. Cargas de caballería, luchas de gladiadores, amores desenfrenados, intrigas cortesanas o lo que es aún más maravilloso, que el propio autor  te muestre como es él. Sus miedos, fobias y preguntas. Porque nada es más atrayente que el alma desnuda, y normalmente torturada, de un hombre tan loco que gasta su tiempo escribiendo.


Franz Kafka es uno de los autores más reconocidos del siglo XX. Judío, se crió bajo el yugo de un padre autoritario. Trabajó como funcionario para tener tiempo para la escritura. Cultivo amistades como Max Brod, que decidió desobedecer al autor y publicar sus escritos tras su muerte, algo que la cultura agradece, y Felice Bauer, quien llego a ser su prometida, pero las paranoias y dudas de Kafka frustraron el enlace.


Un hombre se despierta y descubre que ha sido acusado de un delito desconocido. Así se inicia su proceso.



El proceso es la ley. El proceso es la sociedad. El proceso es la propia vida.  Y Josef K., el nombre del protagonista, es Kafka, es el hombre que acaba de descubrir que sus actos tienen un precio y en el fondo nada de ganar excepto un terrible vacío. Ni el amor, ni el trabajo, ni el arte. El juicio se avecina, todo el mundo le advierte de lo que puede hacer y de la dificultad de evadir su destino.


Mientras van pasando las páginas, K. cada vez se desespera más. Kafka es un maestro en la evolución de los personajes principales, como podemos ver con la hermana en La Metamorfosis. El individuo pasa de ser pasivo e intentar ignorar el proceso al que es sometido; a estar totalmente obsesionado y ver como su vida se va desplomando antes del juicio final.


Los personajes que le rodean son misteriosos. Pueden enamorarle, ayudarle o aprovecharse de él. Destacan el sacerdote, el pintor Titorelli, o la señorita Bürstner, que es una referencia a Felice Bauer, ambas siendo el símbolo de la esperanza perdida del hombre para Kafka. Cada personaje mantiene diálogos, todos bastante metafóricos, con K., siendo difícil su total comprensión, ya que obliga al lector a prestar toda su atención e interrogarse a si mismo. Pocos autores me han dejado tan confuso, con la sensación de ser un barco que sigue la corriente de un río hasta la cascada.


La narración es en tercera persona, pero eso no quita para que el centro de nuestra atención sea  K., con que acompaña sus diálogos con varios monólogos interiores.


Su estilo es sencillo, con frases cortas y vocabulario selecto y preciso. No hay que olvidar de que era un funcionario. Lo que es complejo es lo que trata de transmitir, no el lenguaje que él emplea. También es importante recalcar que es una obra inacabada. Hay capítulos no ordenados, inacabados, tachados o que el editor simplemente no decidió incluir. Cabe destacar que su influencia en la literatura es notable, y uno de los ejemplos más claros es en el escritor japonés Haruki Murakami.


El final es impactante y sobrecoge al lector por su frialdad y claridad ante un hecho tan terrible como una condena. Son las consecuencias del proceso, que K. ha aprendido a aceptar Unas consecuencias que el autor conoce de buena mano, no olvidemos que está fundamentada en la vida del bueno de Franz. No es fácil aceptar tu destino, pero al final no tienes otra que aceptarlo.


Lo mejor: La complejidad del alma y las dudas de una persona son escritas con un vocabulario exquisito pero con un estilo sencillo.

Lo peor: Es complicado de leer. O mejor dicho de entender. Y no lo hace adecuado para todos los lectores.


Nota: Matrícula de honor.

No hay comentarios:

Publicar un comentario