viernes, 7 de junio de 2013

Calderón de la Barca - El Gran Teatro del Mundo/ El Gran Mercado del Mundo (Siglo de Oro)



 

¡No poder hacia la cuna dar un paso!... ¡Todos son hacia el sepulcro!


Siempre es un placer volver a hablar sobre el Siglo de Oro. Más aún cuando el autor es el gran Pedro Calderón de la Barca. Ya repasamos en este humilde blog su obra más conocida, La vida es sueño. Ya entonces destacamos a El gran teatro del mundo, como una de sus producciones teatrales más reconocidas por el público.


Dios encarga al Mundo que realice una obra de teatro, con diversos personajes que actuaran diversos papeles: el rey, la hermosura, la discreción, la pobreza, el rico, el labrador y el niño. Cada uno asume su papel y tras representarlo, se ven bajo el escrutinio del juicio de Dios.


La segunda obra de la que hablamos es El gran mercado del mundo, donde el Buen y el Mal Genio compiten por el amor de Gracia, rechazando los favores de Culpa. El padre de ambos accede a entregársela a quien mejores virtudes elija en el mercado de que se está celebrando en una ciudad cercana.


Son un par de autosacramentales bastante sencillos, tanto en estructura como en argumento. Es en la filosofía que encierran sus versos donde reside la genialidad de Calderón.


El tema principal es la vida como representación, idea muy extendida durante el Siglo de Oro. Todos somos personajes en la obra de teatro que es la vida y se nos encomienda un papel. Sin embargo, la novedad que caracteriza a Calderón es que nuestra salvación no está predestinada por el destino o por nuestro origen, sino es nuestro comportamiento lo que realmente nos permite alcanzar la salvación de nuestras almas.


La religión católica está presente claramente en ambos textos. No en vano, es tiempo de la Contrarreforma y la lucha contra los herejes en Flandes. El propio Calderón de la Barca llegó a ordenarse sacerdote y fue capellán de Carlos II. Son los valores cristianos como la humildad, la templanza, la pobreza o la discreción vencen a la lujuria, la malicia y a la culpa. El bien supremo es alcanzar a Dios y la Gracia divina que desprende. No importa tener que sufrir penitencias o verse encadenado en el purgatorio. 


Los personajes son conceptos abstractos personificados, que encarnan los papeles que el autor ha dispuesto para ellos y ellos acceden a interpretarlos lo mejor posible, rodeados por el culteranismo de Calderón que, como en La Vida es Sueño, argumenta a favor del libre albedrío. Ese libre albedrío que necesitamos, pero que muchas veces ignoramos para perdonarnos los pecados que atormentan nuestra conciencia.


Lo mejor: Refleja muy bien sus ideas filosóficas y los integra a la perfección dentro del comportamiento humano.

Lo peor: Nada.


Nota: 9/10. Absolutamente fascinante

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