lunes, 8 de agosto de 2016

Marguerite Yourcenar - Memorias de Adriano (1951)


Nuestra época, cuyas insuficiencias y taras conocía mejor que nadie, llegaría a ser considerada por contraste, una de las edades de oro de la humanidad.

La historia nos inspira. De hecho, ahora estoy oyendo un disco de death metal sobre la Segunda Guerra Púnica. Todo una gozada. Pero esto no es un blog de música, eso se lo dejo a Jorge y a Quixote, los compañeros de Rockrítico. Yo hablo de libros, también de cine y de videojuegos; pero hoy de libros.

Volvemos a Roma. El Imperio más grande de la historia. Especialmente en el reinado de la dinastía Antonina, conocida también por el período de los Cinco emperadores buenos: Nerva, Trajano, Adriano, Antonino Pío y Marco Aurelio. Con ellos, el Imperio conoció su mayor extensión y su momento más próspero. En esta crítica hablaremos de mi tocayo Adriano, aunque mi preferido es Trajano que conquistó la Dacia, construyó el foro que lleva su nombre y se atrevió a imitar a Alejandro con sus campañas en Oriente.

Adriano fue un emperador hispano - como fue Trajano previamente – que dedicó su reinado a mantener el imperio que le legaron, prescindiendo de las campañas asiáticas de su predecesor y construyendo fortificaciones como el famoso muro en Britania que llevaría su nombre. Tenía un talante pacífico, estaba marcado por la cultura griega- tanto que adoptó la barba típica de los filósofos helenos -, era un viajero incansable que apenas estuvo en la capital y además tenía una historia de amor trágico detrás.

Por estas características, la escritora Marguerite Yourcenar se fijó en él. Le consideraba uno de los hombres más sabios de la historia; y por ello, siempre quiso escribir una obra sobre él. Pero escribir es una tarea ardua y, a veces, simplemente no estamos preparados. Yourcenar tardó bastante en escribirlo, y durante décadas fue abandonando el proyecto y recuperándolo hasta que salió a la luz en 1951 con el título de Memorias de Adriano.

Ya el título fue algo polémico, y a la vez sería pionero, ya que presentó su obra como si fueran unas memorias ficticias del mismísimo Adriano. En ese momento, las novelas históricas vivían su época dorada con la publicación de esta obra junto a las anteriores novelas de Robert Graves. Nadie antes se había tratado a las obras históricas de ficción como estos dos autores.

Una de las principales características es que apenas hay acción en esta obra. No es una sucesión de batallas ni de intrigas políticas. Yourcenar prescinde de ello para que nos podamos centrar en Adriano y su faceta más íntima. La escritora francesa nos sumerge en un Adriano al borde de la muerte y que va rememorando su vida en una carta al joven Marco Aurelio. No habla como un estadista o un militar, sino como filósofo. Por supuesto, nos habla de los problemas políticos que se enfrentó Adriano y de su papel en Dacia y en la revuelta judía. Pero eso no es lo que más interesa a este emperador ideado por la francesa.

Este emperador se permite divagar para hablarnos del arte, la filosofía, la religión, el amor y del hombre. Aunque la escritora lo niega, hay momentos en los que que parece que la voz de Adriano es la de la propia Yourcenar. Las lecciones de Adriano siempre tienen utilidad y sentido de la oportunidad en el relato. Estas divagaciones no entorpecen la narración sino que la enriquece y son su principal atracción.

A pesar de la poca acción y preocupación de los hechos concretos, la obra no es aburrida en ningún momento aunque está reservada para los paladares más selectos. El ritmo no se rompe y es fluido; es lento pero sin exasperar a no ser que seas demasiado impaciente. Sin necesidad de adjetivos, Yourcenar te lleva a la Roma Imperial que gobernó el mundo que conocía y la ambienta con unas pocas pinceladas, ya que la preocupación principal es Adriano. Incluso Roma como ciudad aparece muy poco y se centra más en Oriente y su misticismo con las descripciones de los mitos y los extraños rituales orientales.

La trama amorosa con el joven Antínoo está tratada con una belleza delicada y trágica. Desde que se conocen hasta que encuentra su cadáver en el río Nilo, Adriano nos cuenta un amor que sabemos que no va acabar bien y que, a pesar de todos los años que han pasado, todavía recuerda con dolor ese terrible final al que dedicó toda una ciudad.

El Adriano que nos describe Yourcenar tiene poco que ver con el de la realidad. Pero literariamente es un personaje magnífico. No solo nos encontramos con la filosofía y reflexiones de uno de los mejores personajes que ha dado la novela histórica, sino con la bella prosa de una de las mejores plumas del siglo XX. Elegante, precisa y calmada como el mar de una playa sin olas.

Poco más que decir de una de las novelas históricas más importantes de la historia y que tanto ha influido en el boom de este género que todavía hoy seguimos viviendo, con mayor o menor éxito de ventas. Simplemente os dejo con una de las frases más bellas que he leído para acabar con una novela para seguir escuchando Death Metal.

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¿Tengo que leer esto?: Para los que busquen una novela histórica con un estilo literario más marcado

Si tuviera que quedarme con un momento, ¿cuál sería?: La relación con Antínoo.

¿Dónde debería leerlo?: Frente a una antiguas ruinas romanas.

Me ha gustado, ¿dónde hay más?: Yo Claudio de Robert Graves.

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