sábado, 31 de diciembre de 2016

Francisco Umbral - Mortal y Rosa (1975)


Hay días en los que uno se levanta uno transparente. Y entonces conviene aprovecharlos para escribir. Si no hay transparencia no hay escritura. Puede haber un trabajo de amanuense, pero nada más. [...] Escribo por el placer de desaparecer. Es mi forma de transparencia.

Por si alguno lee la crítica fuera del contexto de este diciembre de 2016 se lo recuerdo. El mismo día en el que escribo este párrafo ha muerto Debbie Reynolds, actriz de Cantando bajo la Lluvia. Un día antes murió su hija, Carrie Fisher, la famosa princesa Leia. Hace unos días George Michael. Hace unos meses Leonard Cohen. Al principio de año David Bowie. Antes de empezar el año Lemmy Kilmister.

La muerte de un icono siempre conmociona a la opinión pública y a las redes sociales. Da igual que no hayas oído su música, visto sus películas o no sepas quién es. El duelo público siempre está allí. Por supuesto es algo que tampoco nos atañe especialmente y se tiende a la frivolidad, porque hay que ser muy fanático y realmente tener una conexión importante para que realmente te afecté de verdad la muerte de un famoso al que no has conocido nunca. Normalmente es una forma de participar en el ritual y recordarnos levemente que cuando menos lo esperemos, desapareceremos en la oscuridad.

Pero la vida no es twitter, y la muerte tampoco. La enfermedad, la decadencia, ver como se pudre una vida humana hasta el inevitable final. Crean lo que quieran, tanto si para ustedes la vida culmina en un eterno descanso, un vacío oscuro, en el cielo, en el infierno o en la reencarnación. Muchos lamentan la muerte de seres queridos y no en un ritual conjunto de redes sociales, sino en un tanatorio, en una cama de hospital o en la tumba del cementerio.

Francisco Umbral se encontró así tras ver como su hijo se consumía a los seis años debido a la leucemia. El dandi canalla que escandalizaba a gritos tertulias para que hablasen de su libro se encontró con la muerte y ante ella no queda orgullo del yo. Podías ser un palurdo o un intelectual, un valiente o un cobarde, un buen hombre o un desalmado, podías ser Umbral o alguien más; pero la muerte siempre iguala y toda vida para ella vale lo mismo.

A Umbral le quedaron solo palabras que escribir y una gran sinceridad ante si mismo. Así que se sentó, empezó a divagar sobre su dolor y como dudaba ahora de la vida. Eso es Mortal y Rosa, una serie de lamentos y afirmaciones de diversa índole nacidos de la pena. Umbral no va directo al grano sino que va dando lentamente rodeos en la órbita del fallecimiento prematuro de un niño carne de su carne y con el que no puede evitar identificarse.

Nunca me ha atraído especialmente Umbral y solo la casualidad más estricta me hizo abrir las páginas de Mortal y Rosa. Es quizá el Umbral menos Umbral, no la pose que siempre cultivó, sino un simple hombre herido con un gran estilo. La mordacidad del columnista nacida de la arrogancia desaparece, y si con alguien es mordaz es a la vida que le ha arrebatado a su hijo. Y consigo mismo, porque la muerte tiene esa capacidad que dejarnos solo, frente a como de verdad somos nosotros, piel y hueso, calaveras con máscaras de piel como dice Umbral.

La obra es densa y no tiene una estructura ordenada, sino una serie de capítulos de distinta longitud – alguno no llegan a la página – y de diferente temática. Se acerca en círculos al dolor, primero mandando literalmente a la mierda a Freud porque ya no le interesan sus sueños, para luego hablar del mar, la juventud y el reconocimiento a su trabajo como escritor.

El estilo es lírico, siempre espléndido por parte de Francisco Umbral. Pocas veces el castellano ha sido tan exprimido por parte de un autor para sacar una obra tan trascendente como bella. Los recursos y las metáforas de Umbral son de gran nivel. Es el reverso de la prosa poética de Juan Ramón Jiménez y su Platero. Es el lado oscuro de la belleza, el lado oscuro de la infancia, el lado oscuro de la vida.

Unos minutos de viaje y huida, eso dice Umbral en su último párrafo. Puede que eso sea lo que ahora mismo respiramos y sentimos. Ni siquiera parece haber un destino fijo por mucho que los libros de autoayuda nos digan como ser felices, o la propaganda nos dice que debemos consumir. Ni siquiera son totalmente fiables nuestros instintos más puros como el amor para elegir una meta a la que dirigirse, o la ambición de ser alguien útil para la sociedad. Hasta eso es inútil cuando llega la muerte.
---------------------------------------------------

¿Tengo que leer esto?: Sí, sin duda.

Si tuviera que quedarme con un momento, ¿cuál sería?: Sinceramente, esta obra de tal densidad y complejidad hay que leerla entera,

¿Dónde debería leerlo?: En el cementerio

Me ha gustado, ¿dónde hay más?: Posiblemente Umbral pocas veces escribió de esta manera. El estilo me ha recordado en algunas ocasiones a Juan Ramón Jimenez. Voy a recomendar una obra que de estilo y genero totalmente opuesto, pero igualmente desgarrador frente a la pérdida: El cuervo de James O'Barr.

Última posdata

Me afeito la barba por ver si rejuvenezco un poco, pero a los cadáveres no conviene afeitarlos porque es peor.

1 comentario:

  1. Hay más obras de Umbral en esta línea del diario íntimo; por citar las tres más conocidas: "Diario de un escritor burgués", "Carta a mi mujer" o "Un ser lejanías"

    ResponderEliminar