"¿Sabes
una cosa que he aprendido en la vida? La mayoría de la gente no se
fija en nada, y si se fija, no le importa".
El gran movimiento editorial
del año no es un nuevo autor, sino sacar de la tumba del olvido a
Lucia Berlin. Una autora que ahora el mundo sabe que puede codearse
sin disimulo con los grandes de la literatura estadounidense. No se
sabe que pasó para que, a pesar de sus numerosos relatos, su obra
pasase inadvertida años después de su muerte en 2004, posiblemente
porque empezó a publicar a una edad ya avanzada.
Lucia Berlin tiene una
biografía digna de una película. Nació en Alaska en 1936, pasó la
guerra con su abuelo y una madre que nunca la demostró afecto, luego
vivió en Chile, se convirtió en una mujer desarraigada de su propio
país, madre de cuatro hijos, esposa de tres hombres, profesora de
español, enfermera, mujer de la limpieza y, sobre todo, alcohólica,
insegura y aún así divertida.
Los relatos dan una idea
unificada de lo que pudo ser su vida. Por supuesto, incluye varios
pasajes que pueden incluir elementos ficticios o dramatizados, pero eso no quita que
Berlin encontrase la inspiración a su alrededor. Y no solo los relatos se alimentan de su vida, sino todos tienen su espíritu que
permanece sin apenas cambios en todo el conjunto de su obra, aunque
trate de períodos de tiempo distintos.
Lo que más llama la
atención es el cinismo y la inseguridad que envuelve a la escritura junto a la sensación de saber que a cada paso el
suelo tiembla. Es lo que suele suceder cuando te guías por el vodka
y eres preso del delírium trémends. Pero a la vez, sus palabras
desprenden algo más allá de la esperanza, si no la misma alegría,
incluso cuando relata hechos terribles. Con Lucia Berlin vemos que
incluso en los lados oscuros del alma, cuando hasta las licorerías
han cerrado, aún queda espacio para una sonrisa tierna para nada
impostada. Como ella misma dice: "no me importa contar cosas
terribles si consigo hacerlas divertidas".
La trama incluye todo tipo
de desventuras: dramas familiares, sucesos alcohólicos, confesiones
hechas al papel, encuentros con otros personajes solitarios, su niñez
en Chile, el cáncer de su hermana o momentos que vivió mientras era
enfermera. Es realmente notable que mostrase tanta ternura hacia sus
personajes sin resultar frívola, y al mismo tiempo, ser tan trágica.
Su estilo viene de Chéjov,
con quien no duda en hacer referencias. Utiliza casi siempre la
primera persona para que en la narración llegué al fondo del alma
del protagonista, pero tampoco descuida en indagar a los personajes
que siguen al narrador. Su estilo es sosegado y tranquilo,
permitiendo al lector degustar cada momento, cada conversación y
cada monólogo interior. Eso sí, a cada frase ocurre algo, siempre
hay acción propia de una vida llena de movimiento.
Estoy intentando recordar si
hay algún relato que no sea sobresaliente, que destaque menos que
los otros. Pero, posiblemente no exista. Todos son de una gran
calidad constante, sin puntos que bajen el nivel.
Pocos libros pueden marcar
tanto en una lectura como Manual para Mujeres de la Limpieza. Es una auténtica pena que la prosa de Lucia Berlin haya estado desaparecida hasta
ahora, y también una fortuna que finalmente se haya hecho justicia literaria para ella,
y que por fin este en el olimpo con otros grandes a los que no tiene
nada que envidiar como Hemingway o Capote.
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¿Tengo
que leer esto?: Sí
Si
tuviera que quedarme con un momento, ¿cuál sería?:
Sinceramente, no puedo decantarme con un solo relato. Son demasiado
buenos. Quizá el de la reconciliación de las dos hermanas en el
hotel y ese giro que incluye en el final.
¿Dónde
debería leerlo?: En una sala de hospital mientras bebes una
botella de vodka.
Me ha gustado, ¿dónde
hay más?: Se puede ir uno a los cuentos de Chéjov o a los
productos de la prosa de Bukowski
Última
posdata
"El mundo que yo
conocía no era mejor que el que ellos se atrevían a desafiar".
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